miércoles, 11 de junio de 2008

NUESTRO FUNDADOR



Hablar de Juan María de la Mennais es hablar de un hombre de mirada dilatada. A lo ancho y a lo profundo. Capaz de ver más cosas, pero, sobre todo, de verlas mejor.


Donde los demás vemos jóvenes anónimos, acontecimientos opacos, carencias…, él descubría rostros vivos y corazones palpitantes en busca de una respuesta solidaria. Así anduvo por la vida: mirándola con los ojos permanentemente bien abiertos en cada esquina a la sorpresa de Dios, que llama y requiere, invita y gozosamente compromete.


Esa mirada estaba cargada de amor y compasión enternecida.


Le dolían los niños y los jóvenes abandonados a su suerte, a quienes amaba apasionadamente. Se apasionaba por ellos, porque los percibía más frágiles y vulnerables, con las manos vacías, repletas solamente de futuro.
Y en esta marcha de amor hacia los jóvenes, encontró el camino, pero no logró encontrar la frontera. Soñó la educación como el camino apto, mejor, más duradero para dotar a los jóvenes de un porvenir más cierto. Pero no quiso, ni supo, ni pudo poner filtros a aquella mirada penetrante que Dios le regaló para ver necesidades.Donde nadie llegaba a educar cristianamente quiso que estuvieran sus hijos.



Que nada hay demasiado duro, ni difícil, ni arriesgado para quien camina con DIOS SOLO.
Hno. Josu F. Olabarrieta

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